Cuando confirmas tu embarazo con una prueba de orina o una prueba beta y acudes a la primera consulta, los médicos realizan un control básico. Te miden la presión, te pesan y te toman las medidas correspondientes para asegurarse de que todo esté bien.
En la sanidad pública, normalmente se realizan unas seis visitas durante el embarazo. En la sanidad privada, los controles son más frecuentes y se realizan con mayor regularidad.
A las 15 semanas de embarazo, se realiza una ecografía para revisar el tamaño del feto y medir el pliegue nucal. Esta medición es importante, ya que ayuda a detectar posibles malformaciones genéticas. También se hace una analítica de diagnóstico prenatal, que incluye pruebas para detectar toxoplasmosis. Si el resultado de toxoplasmosis es negativo, tendrás que seguir ciertas pautas de alimentación. Además, esta analítica tiene una alta fiabilidad para detectar tres tipos de trastornos genéticos: el síndrome de Down, el síndrome de Edwards y el síndrome de Patau. Con los resultados de la analítica y la ecografía del pliegue nucal, además de considerar la edad de la gestante, se realiza el triple screening o cribado. Dependiendo de los resultados, los médicos pueden sugerir realizar una prueba más precisa, como la amniocentesis, que consiste en obtener una muestra del líquido amniótico. Aunque es una prueba fiable, conlleva un pequeño riesgo (alrededor del 1%) de aborto espontáneo.
Alrededor de las 20 semanas, se lleva a cabo otra ecografía, que es una de las más importantes. En esta revisión se examinan todos los órganos del feto y se verifica que tenga todos los dedos de las manos y los pies.
A las 24 semanas de embarazo, se realiza una prueba de azúcar para detectar si la madre tiene diabetes gestacional. Esta prueba consiste en el test de O’Sullivan, en el que la gestante debe beber un líquido con glucosa. Una hora después, se realiza un análisis de sangre y una muestra de orina. Si el valor es inferior a 140 ml/dl, la prueba es negativa y no se presenta diabetes gestacional. Si el valor es de 140 ml/dl o más, se deberá realizar una segunda prueba para confirmar el diagnóstico. Si los valores son superiores a 200 ml/dl, se considera positiva la prueba, y el ginecólogo puede recomendar un plan de alimentación adecuado o incluso el uso de insulina. Una semana después, se repetirá la ecografía y se revisarán los resultados.
A las 30 semanas, se realiza una analítica del tercer trimestre, junto con una exploración para observar el bienestar del feto y revisar los movimientos fetales.
A las 35 semanas, se lleva a cabo otra ecografía, junto con un cultivo vaginal y rectal para asegurarse de que no haya infecciones.
A las 38 semanas, se hace una exploración general de la gestante, se registran los signos vitales y se realiza un tacto vaginal para determinar el grado de dilatación del cuello uterino. A las 39 semanas, se repiten estos exámenes, y se añade una amnioscopia, que consiste en observar el color del líquido amniótico, lo que puede dar indicios sobre el bienestar del feto. En la semana 40, se realiza un control similar al de la semana 39.
Si el parto aún no ha comenzado, a las 41 semanas se lleva a cabo una analítica de riesgo elevado y una ecografía para confirmar que el embarazo está en su término. Si no se ha producido el parto, a las 42 semanas se puede proceder a la inducción del parto mediante la administración de oxitocina, que provoca contracciones para iniciar el proceso.