A lo largo del embarazo, se ha demostrado a través de ecografías y otras pruebas que el embrión comienza a desarrollar sus sentidos poco a poco.
Desde las primeras semanas, el feto ya es capaz de escuchar la voz de su madre, los ruidos externos y los movimientos que realiza la madre, como cuando viaja en coche. Además, estudios han mostrado que los fetos pueden soñar, reírse, tener hipo, asustarse por ruidos fuertes e incluso chuparse el dedo.
El primer sentido que se desarrolla es el tacto. Al principio, cuando el embrión toca por casualidad la matriz, tiende a encoger las rodillas. Con el tiempo, su sentido del tacto va madurando, permitiéndole distinguir texturas como las del cordón umbilical, la placenta o su propio cuerpo.
El siguiente sentido en desarrollarse es el oído. A medida que avanza el embarazo, el feto puede escuchar a su madre y otros sonidos externos, algunos de los cuales pueden asustarlo.
La vista también comienza a desarrollarse. A partir de los siete meses, el bebé puede abrir y cerrar los ojos. Cuando está despierto, los abre, y cuando duerme, los mantiene cerrados. Además, las pupilas se dilatan y se contraen desde este mismo mes. La luz es capaz de atravesar la bolsa amniótica, y el bebé puede cambiar de posición para evitar que le moleste.
El gusto también se va desarrollando poco a poco. Lo primero que prueba el bebé es el sabor del líquido amniótico, que varía según lo que la madre consume.
Aunque todos estos sentidos comienzan a madurar durante el embarazo, se seguirán desarrollando después del parto. Por ejemplo, al nacer, el bebé solo puede ver a una distancia muy corta, aproximadamente a un palmo de su cara, que es la distancia a la que está cuando está en el pecho de su madre. A medida que crece, sus sentidos se seguirán perfeccionando.