«No toques eso, no pongas los dedos en el enchufe, no pongas las manos en el mueble…» son algunas de las frases que los padres comienzan a repetir cuando su pequeño empieza a explorar el mundo a su alrededor.
Cuando los niños pasan del gateo a los primeros pasos, ganan mayor independencia y se sienten libres para moverse por toda la casa. Esta etapa, aunque emocionante, es también cuando aumentan los peligros: los enchufes, los jarrones y los objetos frágiles o peligrosos se convierten en su foco de atención. Es común que los padres nos encontremos repitiendo constantemente «no» en respuesta a sus descubrimientos.
Es importante tener paciencia, porque esta fase no solo es un desafío, sino también una oportunidad para educarles sobre los límites. La forma en que gestionemos estos momentos influirá en su desarrollo futuro.
Evitemos caer en gritos o enfados intensos cuando nuestro hijo toque algo que no queremos que toque. Una opción más efectiva y tranquila es usar protectores en enchufes, colocar productos de limpieza y medicamentos fuera de su alcance, y asegurarnos de que los objetos delicados estén bien guardados. En lugar de reaccionar de forma brusca, lo ideal es explicarles suavemente por qué no deben tocar algo, sin levantar la voz. Recuerda que, para ellos, lo prohibido suele ser mucho más atractivo, y sin una explicación, puede ser difícil para ellos entender las razones detrás del «no».
Es fundamental evitar etiquetas como «desastre» o «torbellino», ya que esto puede afectar su autoestima y su inteligencia emocional. En su lugar, tratemos de ser comprensivos y claros, ayudándoles a aprender qué objetos son seguros para tocar y cuáles no. Con el tiempo, irán comprendiendo las reglas y aprenderán a manejar los objetos con más cuidado, diferenciando entre lo que es para jugar y lo que no.